“...Franco, tuya es la hacienda,
la
casa,
el
caballo
y
la pistola.
Mía
es la voz antigua de la tierra.
Tú
te quedas con todo y me dejas desnudo y errante por el mundo...
Más
yo te dejo mudo... ¡mudo!
Y
¿cómo vas a recoger el trigo
Y
a alimentar el fuego
si
yo me llevo la canción”.
León
Felipe
“Hay
dos Españas” (1942.1946)
-
Mira, hijo. En este país había hombres buenos y hombres
malos. Un día, los hombres buenos decidieron que había que acabar
con los malos, y empezaron una guerra para terminar con ellos. Los
hombres malos resultaron ser los buenos, y los buenos demostraron ser
muy malos y no perdonaron a nada ni a nadie. Ya van para tres años
de guerra, y hoy, los hombres buenos, que resultaron ser tan malos,
decidieron que yo, tu padre, era un hombre malo y por éso me van a
matar.
- Calla,
cabrón, y no adoctrines al niño.
- Lo
siento; sólo intentaba explicarle porqué van a fusilar a su padre.
- En la
España de Franco fusilamos a quien nos sale de los cojones, hijo de
puta. Explícale que eres un rojo de mierda.
- Sólo
tiene cinco años.
- No te
preocupes. Ya se lo explicaremos nosotros.
- ¿Puedo
hablar a solas con mi hijo?.
- Tú no
hablas a solas ni con el cura.
Pablo
fue fusilado al amanecer delante del muro de la iglesia del pueblo
junto con siete compañeros más. El forense dictaminó parada
cardíaca como causa de su muerte en el registro judicial de aquel
fusilamiento, uno de los muchos que aquel amanecer acaecieron en
tantos pueblos y ciudades de aquellas dos Españas enfrentadas.
En
febrero del 39, la República poco podía hacer ya, salvo rendirse.
La España de Franco iba a ganar la guerra.
Pablo
fue fusilado como tantos otros, y su hijo pequeño, de cinco años,
nunca pudo entender porqué le quitaron a su padre.
- A tu padre
lo fusilaron porque fue militante del P.O.U.M. hasta los sucesos de
Mayo del 37. Después de aquello, se afilió al sindicato anarquista,
la C.N.T. Cuando las tropas de Franco tomaron el pueblo en febrero
del 39, el III año triunfal, lo detuvieron y a los pocos días lo
fusilaron. Fue acusado de rebelión y de corromper a la juventud, ya
que era el maestro del pueblo. A mí me pelaron a rape y me pasearon
por el pueblo. Pasé cinco años en la cárcel y tú fuiste acogido
por tus abuelos. El resto ya lo sabes. Vinimos a Madrid y me puse a
trabajar en una fábrica de alimentación. Tú estudiaste en la
Escuela Nacional del barrio, donde todos los días izábais la
bandera y cantábais el “Cara al sol”. Gracias a la ayuda de tus
abuelos pudiste entrar en la Universidad, para estudiar Matemáticas,
pero te negaron la beca por ser hijo de rojo, y hoy me dices que
participas en las revueltas estudiantiles de estos días. Tengo mucho
miedo, hijo.
Por boca de
Elisa hablaba el miedo, la guerra, el terror de veinte años de
dictadura. Su hijo tenía un don especial para los estudios, sobre
todo para las matemáticas y la física teórica, y era tan atractivo
como su padre.
Elisa
hubiera deseado que se marcharan a Francia, un país libre, pero su
hijo Pablo deseaba luchar contra Franco. A ella ya no le quedaban
fuerzas para oponerse. Se la habían quitado a fuerza de golpes y
años de cárcel, y no deseaba ese futuro para su hijo.
En el año
56, el Ministro de Educación Nacional, Don Joaquín Ruiz Jiménez,
un demócrata-cristiano, había iniciado una tímida política de
apertura en la Universidad española, pero aquello había dado lugar
a que muchos estudiantes se manifestaran en la calle contra el
régimen del general.
Pablo no se
había destacado especialmente, pero sí participó en las algaradas.
Hasta ahora, había tenido suerte, pero quién sabía lo que podía
pasar. Hacía ya 5º de Matemáticas y de seguro que ese curso se
licenciaría.
* *
*
- Pablo,
podríamos ir al cine a ver “Rebeca”.
- Pues sí.
Dicen que está muy bien.
Pablo
y Elena eran novios y compañeros de facultad desde hacía tres años.
La familia de Elena tenía una desahogada posición económica y no
veía con agrado el noviazgo de su hija con Pablo, huérfano de padre
en la guerra y no muy de posibles, aunque reconocía los grandes
valores que poseía el muchacho.
En aquella
España de los años cincuenta no era extraño que hubiera huérfanos
de guerra de un bando y otro, pero Pablo era hijo de rojo y éso
marcaba. Elena estaba muy enamorada de Pablo, y en éso su madre la
entendía perfectamente: Pablo era tan guapo como su padre, muy
educado y trabajador. Ayudaba a Elena en sus estudios, ya que estaba
dos cursos por encima de ella. Los padres de Elena no podían
oponerse a aquel noviazgo, aunque hubiesen preferido un mejor partido
para su hija. Además, ¿quién puede saber nunca lo que futuro nos
depara?. Quizás Pablo ganara una cátedra universitaria gracias a su
esfuerzo y tesón. Pudiera ser que la situación cambiara. ¡Pablo
sabía tanto de espacios de Hilbert y superficies de Riemann!. Pero
era hijo de rojo, y éso no se perdonaba.
*
* *
- El
P.O.U.M., ésto es, el Partido Obrero de Unificación Marxista, nació
de la fusión entre el Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín
y la Fracción Comunista Ibérica de Andréu Nin. Era un partido con
cierta implantación en Cataluña, antiestalinista, aunque bastante
crítico con las posiciones de Trotsky, y que tenía sus propias
milicias en el frente de Aragón. En mayo del 37, los obreros de
Telefónica se declararon en huelga en Barcelona y la Generalitat
mandó al ejército y a la Guardia Civil para volverlos al orden.
Desde el primer momento, el P.O.U.M. se puso del lado de los
trabajadores y aquello provocó un enfrentamiento armado en las
calles de Barcelona entre ellos, por un lado, y los comunistas por
otro. El P.S.U.C. aprovechó la situación para exterminarlos. Andréu
Nin fue secuestrado por militantes comunistas y ejecutado por agentes
de la III Internacional.
Pablo
oía las explicaciones de su amigo Joaquín, un estudiante de 4º de
Derecho muy leído, que le explicaba, de algún modo, quién era y de
dónde venía.
- La C.N.T.
y la F.A.I. eran muy fuertes desde su creación a finales del siglo
pasado. En la guerra civil disponían de sus propias milicias, de
centenares de locales repartidos por toda la España republicana y
cientos de miles de afiliados, muchos más que el sindicato
socialista U.G.T.
Dicen que
muchos de los antiguos militantes anarco-sindicalistas colaboran
ahora con el sindicato vertical de Franco. Pudiera ser. Que tu padre
pasara de las filas del P.O.U.M. a las de la C.N.T. después de los
sucesos de mayo fue la evolución lógica de muchos militantes de
izquierda en aquellos años. Además, con sus antecedentes, nunca lo
hubieran admitido en el P.C.E. ni en el P.S.O.E.
* *
*
El
padre de Pablo estaba enterrado en una fosa común el algún lugar de
Aragón. Nunca pudo Elisa arreglar su lápida ni colocar flores en un
jarrón los primeros de noviembre. Los rojos no usaban sombrero ni
podían descansar en paz en la España de Franco, pero sus hijos
podían estudiar en la Universidad si alguien los ayudaba y no se
metían en líos, siempre y cuando no olvidasen lo que eran.
Los
padres de Elisa, Jaime y Beatriz, ayudaron todo cuanto pudieron a su
hija. A su edad vivían de las rentas que obtenían de las tierras
que poseían en Fraga, su pueblo natal, tierras que fueron
colectivizadas por la C.N.T. durante la guerra.
Jaime
perteneció a la C.E.D.A. de Gil Robles en la República, pero al
terminar la contienda se alejó de todo lo que significara política
y se dedicó a incrementar su patrimonio para ayudar a su hija viuda
y a su nieto huérfano. Seguramente veía demasiada crueldad en
aquella victoria y, de alguna manera, quería suavizarla.
Beatriz
era la típica abuela: cariñosa, educada, generosa en regalos de
Reyes y cumpleaños, narradora de cuentos por la noche, amiga de
helados y chucherías...
Cada
29 de Junio, día de San Pablo, Beatriz llevaba a Pablo, aparte de la
obligada tarta, unos espléndidos regalos: balones de reglamento,
patines, libros de la colección Historias de la Editorial Bruguera.
En ellos, Pablo leyó a Julio Verne, Mark Twain, Emilio Salgari...
Su
abuelo Jaime le abrió el día de su Primera Comunión una cartilla
de ahorros en la que todos los meses le ingresaba 25 pesetas. Con
aquellos ahorros pudo costearse sus estudios universitarios, pero
nunca pudo comprarse un padre.
El
fantasma de su padre asesinado en la guerra pesaba sobre él como una
losa, y su alma clamaba venganza sin saber cómo ejecutarla. Algo
olía a podrido a Madrid, como le ocurría al dubitativo Hamlet. Tan
sólo deseaba que Elena no enloqueciera ni su cadáver apareciera
flotando en el Manzanares.
La
España de Franco era digna heredera del más de medio millón de
muertos que cayeron en la guerra. Madrid era una ciudad de un millón
de cadáveres, en frase de un poeta, y España sufría la enorme
vergüenza de haber matado a Federico, otro poeta. Entre uno y otro
podríamos decir que la poesía o, al menos, cierta poesía no casaba
bien con aquella España.
Pero
de nuevo llegaron vientos de Africa: en Ifni, los marroquíes habían
empezado a atacar territorio español. Se mandó desde la Península
primero a los paracaidistas y después a Carmen Sevilla para que los
entretuviera. Todo fue en vano. La gloriosa España de Franco perdió
su territorio africano frente al reino de Marruecos. ¡Que gran
hazaña!. Carmen Sevilla fue nuestra Marilyn del Africa, y los
paracas nuestros gloriosos boinas verdes. Pero de ésto no se pudo
hablar en absoluto en la España que dirigía el pequeño general.
Era materia reservada y tan sólo se podían publicar las noticias
que el Ministerio de Información y Turismo daba por válidas. Ni una
palabra de los gloriosos caídos en combate por Dios y por España. Y
cayeron muchos. A todos ellos se les enterró de tapadillo, en
ataúdes sin lujos y en tumbas casi anónimas. Entre ellos estaba un
compañero de facultad de Pablo al que el glorioso ejército español
mandó a Sidi Ifni, como a tantos otros, décadas anteriores, al Rif.
Esteban,
pues ése era su nombre, fue degollado mientas vigilaba con un viejo
Cetme los Saetas de la base aérea de Sidi Ifni por un campesino
rifeño de Txauen al que su rey le puso un uniforme. No había nada
personal entre ellos. Tan sólo el deseo de sus dueños de conservar
o aumentar sus posesiones.
Carmen
Sevilla era la Carmen de España, y no la de Merimée, pero aquel
muchacho pagó con su vida por toda la miseria de su patria e incluso
se le negó una sepultura digna, pero al menos su familia le podría
poner flores los primeros de noviembre, aunque fuese vigilados por la
Brigada Político-Social. Pablo ni éso podía hacer por su padre.
*
* *
- Es muy
fácil. Hay que matar a Franco. Le pegamos un tiro con un rifle de
precisión y ya está.
Joaquín
estaba pletórico, y trataba de transmitir su entusiasmo a Pablo.
- ¡Claro!.
¡Así de fácil!. Y después nos fusilan sin juicio previo,
naturalmente.
- No,
hombre. Franco, como todo dictador, es muy dado a tomar baños de
multitudes. Descontemos la Plaza de Oriente y su balcón, por razones
de seguridad. Nunca lograríamos introducir un rifle allí. Pero
piensa en un trayecto desde El Pardo hasta la Carrera de San Jerónimo
para inaugurar las Cortes. El sapo impío e iscariote irá sentado en
su Rolls, gordo como un cerdo, saludando a sus españolitos de a pie.
Entonces, nosotros, apostados en una azotea de una casa del trayecto
le metemos un tiro entre ceja y ceja y huimos tranquilamente.
- Huimos
tranquilamente a Francia, claro. ¡Tú estás loco!.
- No, Pablo.
Mi plan es posible y debe ser realizado. Franco debe morir, y tú y
yo lo mataremos.
- Pero,
¿dónde conseguiremos el rifle?.
- Eso no es
problema. Yo tengo uno, de caza mayor, de mi padre. Y ése será el
que usaremos.
* *
*
Elena
sentía miedo. Sentía miedo por Pablo. Sabía que algo pasaba y que
algo aún peor iba a suceder, a pesar de que Pablo había acabado
brillantemente su licenciatura el curso anterior y preparaba ya su
doctorado sobre espacios de Hilbert. Todo parecía ir bien, pero algo
fallaba. Pablo estaba siempre como ausente, distraído, preocupado. Y
no era por su futuro laboral o su doctorado, sino por algo más
profundo.
- Pablo,
¿qué te ocurre?.
- Nada,
bonita. ¿Porqué va a ocurrirme algo?.
- No lo sé,
pero te noto extraño.
-
Figuraciones tuyas. Toma, te he comprado estos libros.
Elena
abrió el paquete que le ofrecía su novio y se encontró en "El
Jarama" de Rafael Sánchez Ferlosio y "Bonjour, tristesse"
de Françoise Sagan.
- Pablo,
eres un cielo. Estaba deseando leer los dos. Me han hablado muy bien
de ellos.
- Pues ya
los tienes. Espero que te gusten.
- Seguro que
sí – Elena se arrimó a él y le susurró al oído toda una
declaración – Te quiero.
* *
*
- Padre,
quisiera confesarme.
- Dime,
hijo. ¿De qué te acusas?.
- Voy a
cometer un pecado horrible; el peor de todos. Voy a matar a un
hombre.
- ¿Cómo?.
- Tengo que
matarlo, y quiero confesión.
- Pero ¿cómo
te vas a confesar de un pecado que todavía no has cometido?.
- Porque
debo hacerlo. Franco no puede vivir.
- ¿Franco?.
- Sí. Voy a
matarlo.
- Pero tú
estás loco.
- No, padre.
No estoy loco. Tengo que matar a Franco para que este país pueda
vivir en paz.
- Pero hijo
mío; Franco es el hombre que ha traído la paz a España.
- Sí, la
paz de los cementerios; la paz callada y lúgubre del camposanto que
celebra todos los años la victoria sobre sus enemigos.
- No, hijo.
Tú no conociste la República y sus desórdenes. Gracias a Franco,
España se salvó de la barbarie roja y jóvenes como tú podéis
vivir en paz.
- No lo veo
así. Mi padre fue fusilado sin compasión al final de la guerra por
haber defendido a los desposeídos, a los pobres, como manda Jesús.
- Mira,
hijo. En todas las guerras se cometen errores, y seguro que la muerte
de tu padre lo fue. Pero mira la España de hoy, un país en paz, que
crece, que cada día es más fuerte y donde los jóvenes como tú
sois educados en los valores cristianos de Occidente.
- Padre, se
lo pido por Dios; perdone el pecado que tengo que cometer.
* *
*
- Pero
bueno, ¡tú estás loco!. ¡Confesarle a un cura que vas a matar a
Franco!. ¿Qué quieres?. ¿Que nos detengan?.
-
Tranquilízate, Joaquín. No pasará nada. El padre debe guardar el
secreto de confesión.
- El secreto
de confesión se lo pasa el cabrón de tu cura por los cojones,
imbécil. ¿Tú sabes lo que significa matar a Franco?. ¿Matar a un
asesino iluminado que entra en las iglesias bajo palio como si fuese
el Santísimo?. Tú y yo solitos vamos a acabar la obra del Valle de
los Caídos. Eso si no nos fusilan antes, claro.“AURORA DE ESPERANZA”
- Que no,
Joaquín. El padre Damián no dirá nada.
- ¿Cómo
que el padre Damián?. ¿Pero es que te conoce?.
- Claro; es
el párroco de mi barrio.
- ¡Dios
mío!. Hay que salir de España y rápido. Venga, prepárate. No
vayas a tu casa. Manda a Elena que te recoja lo más indispensable y
huimos a Francia.
* *
*
- ... Fejér
demostró, en 1903, que pueden usarse series de Fourier divergentes
considerando en lugar de la sucesión de sumas parciales {sn},
la de medias aritméticas {n},
donde
s0(x)
+ s1(x)
+ … + sn-1(x)
n(x) =
----------------------------------
n
Pero
dejaremos aquí la exposición para continuar mañana, en que veremos
el lema de Riemann-Lebesgue. Hasta mañana.
Pablo
recogió sus notas y las metió en su cartera. Miró la hora: "C'est
midi". Le resultaba extraño que aquel grupo de estudiantes
le pidiese que les explicara series de Fourier en la Sorbona ocupada.
"Bourguois, tu n'as rien compris", rezaba una
pintada en el aula donde enseñaba a sus alumnos como el gran Fourier
descubrió que se puede descomponer una función de variable real en
una suma infinita de senos y cosenos.
Hacía ya
doce años que tuvo que exiliarse a la France, la terre de la
egalité, la liberté, la fraternité... y ahora se veía metido
de lleno en aquel festivo fregado del 68 como españolito de
izquierdas que era. El general Franco en España y, sobre todo, el
general De Gaulle en Francia, se veían amenazados. Pablo, y toda
Europa, habían pasado de la revuelta anticomunista húngara del 56 a
la primavera de Praga del 68, en la que Dûbcek pedía un socialismo
de rostro humano. Y los Beatles nos decían: "All you need is
love" en una grabación emitida en directo a todo el mundo.
L'imagination
au pouvoir" era la consigna de los estudiantes franceses, y
los obreros los habían seguido en la revuelta. Pablo leía la prensa
asombrado: Diez millones de trabajadores en huelga. Gréve, gréve,
gréve por todos lados. Las Compañías Republicanas de
Seguridad, los C.R.S., no podían ni sabían poner freno a la
situación. Y Pablo enseñaba mientras tanto series de Fourier a un
grupo de gauchistes en la Sorbona obrera de la que era
profesor titular desde el 61.
En medio de
toda aquella algarada, Godard rodaba la revolución en las calles, y
en España Gracita Morales y López Vázquez hacían reír al
españolito de a pie.
"Bourguois,
tu n'as rien compris"; no había más remedio que estar de
acuerdo con la consabida frase.
Pablo
recordó a Elena, su antigua novia de la España de los 50. Cuando
huyó de su país por el incidente del cura, Elena quiso seguirle,
pero sus padres fueron inflexibles. No iría a Francia tras su novio
perseguido. En el verano del 58, Elena pasó unos meses con él, en
su pequeño cuarto del Barrio Latino. Decidieron de mutuo acuerdo la
ruptura; no tenía sentido seguir así. Pablo no podría volver
nunca. El Tribunal de Orden Público le pidió 30 años de cárcel
por intento de magnicidio.
Joaquín
corrió igual suerte, pero en la Italia de la Democracia Cristiana,
en la Italia de los Rossellini, Visconti, Fellini... Se dedicó a
escribir guiones de cine y, de vez en vez, Pablo lo visitaba en Roma,
donde disponía de un despacho en los estudios Cinecittá, cercano al
de Fellini. El exilio español daba sus frutos, y Pablo los recogía;
no sólo por el hecho de ser profesor en la Sorbona, sino por ver a
Francia envuelta en una revolución en cuya génesis algo tuvo que
ver. Los republicanos españoles fueron de los primeros en entrar en
el París liberado en 1945, y los exiliados españoles habían tenido
bastante que ver en el estado general de agitación que asolaba toda
Francia. Al menos, la mayoría habían aportado su granito de arena a
la maquinaria para que ésta parara.
El
7 de mayo, más de 30.000 estudiantes se enfrentaron a los C.R.S. por
las calles de París. Hubo unos mil heridos y Pablo fue unos de
ellos. Una bala de goma de un C.R.S. (C.R.S., tu est un SS et un
SA) le impactó en un brazo y le dejó un buen moretón de
recuerdo. A los pocos días estaba de nuevo en las calles con el
brazo dolorido. Pero el movimiento de mayo estaba herido de muerte
desde sus comienzos. Casi como la guerra de los republicanos
españoles contra los militares sublevados. Los obreros aceptaron las
ofertas de los sindicatos y volvieron al redil. Los estudiantes se
encontraron solos, y ellos no podían cambiar la Historia. El mensaje
del general De Gaulle fue claro: o la normalidad volvía a las calles
o sacarían los tanques a las mismas.
El
22 de agosto los tanques del Pacto de Varsovia entraron en las calles
de Praga. "The
dream is over",
dijo Lennon.
España,
en cambio, dormía desde el 39. Allí no había que despertar de
nada. Treinta años de sueños bajo un cielo azul de toros, peinetas
y claveles rojos y gualdas. Además, en pleno mayo francés, Massiel,
después del escándalo de ese rojazo maricón del Serrat, ganó el
prestigioso Festival de Eurovisión. España no estaría en el
Mercado Común, pero el Dúo Dinámico arrasaba con su "La, La,
La" en toda la Europa de las decadentes democracias.
Pablo
pensó que habría pasado si hubiese podido matar a Franco. ¿Sería
otra su patria, o sería otro él?. No lo sabía, no podía saberlo.
Ahora era un apátrida perdedor, como quizás lo fue también su
padre, al que se le negó hasta una sepultura digna.
Elisa
murió aquel 68, en noviembre. Pablo no pudo asistir a su entierro y
lloró, lloró amargamente la solitaria muerte de su madre. Con
noviembre llegan a París los primeros fríos del invierno. Pablo
había estado toda la tarde en su casa oyendo un disco de la Piquer.
"Duérmete,
mi lunita, sol de los soles,
y te haré una cunita de caracoles.
Duérmete, gitanito de mis entrañas
Que eres tú más bonito que el Rey de España"
Era
la "Nana Vidalita" que su padre le cantaba cuando era niño
todas las noches para que se durmiera. Resultaba curioso que a la
muerte de su madre recordara con cariño la nana que le cantaba su
padre. La verdad es que Elisa nunca supo cantar y su padre, en
cambio, siempre tuvo muy buena voz.
Cogió
su pelliza y las llaves del apartamento y salió a la calle. Fué a
parar a un vecino bistrot de su barrio, el Barrio Latino, y pidió
una botella de coñac. Se tomó tres copas seguidas y entonces
comprendió. Llamó al garçon, le pidió que guardara la botella en
una bolsa y pagó su cuenta. Salió a la calle sintiendo el frío
aire novembrino en el rostro. 1936, 1956, 1968 no importaban, ni
todas las fechas que vinieran después. Pablo sacó la botella y
sintió el ardor del coñac en su interior. Estaba borracho y sonrió:
una guapa muchacha le miraba y él la invitó a compartir el trago.
"Oui, chéri", dijo la chica y le mandó un beso con
los dedos índice y corazón de su mano izquierda, "A gauche,
toujours a gauche". Era Juliette, una de sus alumnas. Estaba
preciosa, con su pelo rubio corto y sus pequeños pechos apuntando al
cielo, pechos que quedaban enmarcados en una cazadora de cuero negro
que llevaba abierta hasta su cintura, su estremecedora cintura.
Recordaba extraordinariamente a la Jean Seberg del "A bout de
souffle", y así era como se sentía Pablo viéndola, sin
aliento. Se conocieron con aquellas series de Fourier que Pablo
explicaba en la Sorbona ocupada de aquel ya tan lejano mes de mayo, y
justo con la derrota del movimiento iniciaron una tórrida relación:
el profesor y la alumna; el español y la francesita; el hombre
maduro y la jovencita experta en tantas artes. Pablo era experto en
derrotas, y Juliette sabía convertirlas en victorias. ¡Pablo reía
tanto con ella!.
"¡Ay,
corazón!, que bonita es mi novia.
¡Ay,
corazón! Asomá a la ventana"
Pablo
canturreaba esta copla mientras Juliette se le acercaba. "Ce
sont fous ces spagnols, mais, moi, je t'aime beaucoup, Paul".
Pablo la besó en la mejilla y le ofreció la botella, y
Juliette bebió un sorbo que la hizo estremecerse contra él. Pablo
sintió el fuego de la vida en su interior. Era como una aurora de
esperanza.
- ¿Sabes,
Juliette?. El mundo pertenece y ha pertenecido siempre a los
optimistas.
- ¿Quoi?.-
respondió Juliette, que no tenía ni idea de español.
-
Rien, ma petite. Je suis devenu fou, mais je suis fou de la joie de
vivre.
Juliette,
con su aspecto de linda francesita, le besó. Pablo rodeó con su
brazo la cintura de su alumna y caminaron abrazados por la amplia
acera del boulevard de Saint Germain. Posiblemente, aquello era el
inicio de una larga amistad.
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